LOS CAMINOS DE LA AMERICA LATINA
Se fueron los conquistadores, pero nos dejaron su semilla transgénica del mal. Inmune a todos los reclamos humanitarios, el producto de esa estirpe evolucionó hasta convertirse en una clase social distinta, ajena a todo sentimiento de fraternidad o compromiso con sus congéneres desfavorecidos: la Oligarquía. Incubados en la matriz del egoísmo, perdieron de vista todos los objetivos de las guerras libertarias y se identificaron, por alguna extraña alquimia mental, con las razas extranjeras. Pero como ese vínculo se fue diluyendo al paso de los lustros, no les quedó más camino que formar islas sociales dentro de cada país: así nacieron sus miedos, el separatismo, el odio, menosprecio y grosería en contra de sus connacionales, especialmente aquellos que eran considerados como “inferiores” racialmente: indios y mestizos. Todo el que no pertenecía a su “clase”, era el enemigo. Salvo el mestizaje, siguieron al pie de la letra el esquema anglosajón que británicos y gringos aplicaron en sus relaciones con otros pueblos. También se fundó la “familia” oligárquica latinoamericana, y se convirtieron en extraños en América. Ese es el decorado social de la América Latina, del cual No podemos culpar a los españoles o cualquier otra raza europea. Nosotros somos los responsables de lo que somos porque, lejos de ser solidarios con los otros pueblos latinos en sus luchas sociales, de inmediato nos identificamos con la propaganda de las oligarquías del continente. Seguimos sin razonar, sin identificar al verdadero enemigo. Todavía nos asustan con los cuentos del comunismo, socialismo, nacionalismo o ateísmo. El “Coco” del comunismo sigue siendo muy efectivo, y millones de latinos, sin tener la menor idea de lo que tal cosa significa, se convierten en enemigos gratuitos y espontáneos de cualquier líder latino a quien le endilguen esa etiqueta. Todavía seguimos atados a los esquemas sociales propios de las castas elevadas, sin importar que seamos parte de la masa desposeída. Ante cualquier movimiento social igualitario en beneficio de los pueblos, nos identificamos con los intereses de las clases altas y nos convertimos en enemigos de los que intentan favorecernos. Somos como los negros manumitidos de Norteamérica, seguimos solidarizados con los “amos” y nos creemos parte del establishment. Compartimos todos los miedos de la Oligarquía, sin importar que seamos pelagatos ni que la causa de esos temores de los poderosos signifique beneficios para las clases trabajadoras. Esa es la razón histórica por la cual nuestras oligarquías se sienten felices al servir a esos extranjeros con los cuales se identifican social y racialmente. Sobre todo sin son blancos. Ellos se siente felices de ser los “puentes” entre aquellos y el logro de sus objetivos materiales en nuestro continente. Es por eso que, desde sus posiciones políticas y económicas, no tienen empacho alguno en cederles los derechos de explotación de los recursos naturales que son propiedad de TODOS. Ellos NO sienten compromiso alguno con el futuro de la América Latina; saben que cuando la situación se complique, podrán tomar a sus familias y “regresar” a Europa. Pero ¿qué hay de los mestizos, indios, negros, mulatos y toda la gran masa del revoltijo latinoamericano? ¿Qué harán? ¿Adónde irán? Tendrán que quedarse y apechugar con la situación. Pero ¿es necesario que esperemos hasta llegar al borde del abismo o haber caído en él? Bien podemos evitar ese trágico epílogo con solo ponernos de acuerdo. No se trata de “eliminar” a estos o aquellos; ni siquiera a la oligarquía, sino de encontrar un camino propio de los latinos. Ya es tiempo de que sacudamos de nuestras cabezas las idioteces con las que nos han manipulado durante tanto tiempo, en especial, en el siglo pasado. No se trata de conceptos, sino de actitudes y hechos. ¿Qué son la Democracia con hambre, o el Comunismo sin libertad? Pura mierda. No se trata de ideologías sino de conductas, de honestidad, de COMPARTIR con justicia un destino común. Ninguna ideología nos puede poner a salvo del egoísmo feroz. Ya es hora de que nos dejemos de ver como enemigos ideológicos. O de pactar acuerdos con los foráneos, para asegurarnos la exclusividad de la riqueza que nuestras generosas tierras han puesto a disposición de TODOS sus hijos. No se DEBE sacrificar pueblos enteros en la hoguera de la angurria de unos pocos, pues ningún extranjero tendrá consideración alguna con nuestros países; ni siquiera con los Judas criollos que se hayan prestado para la enajenación de nuestros bienes naturales. El malinchismo de nuestras clases poderosas es de lo más ruin e inútil que se pueda imaginar, pues aquellos por quienes traicionan a sus pueblos, los ven con el más profundo desprecio. A esa gente poco le importan las ideologías ni los sistemas políticos o militares por los que nos rijamos, siempre y cuando ellos obtengan sus materias primas o hagan sus negocios. ¿A quién le importa ahora la masacre de Tiananmén? A nadie. Business are business. En su momento se formó un tremendo alboroto de parte de todo el mundo occidental de “ideología contraria” a la china; pero cuando estos entraron en el juego capitalista, nadie volvió a mencionar la tragedia del 3 de junio de 1989, en donde murieron millares de chinos. Entonces ¿cuál es la validez de las ideologías? NINGUNA. Se trata de actitudes, acciones y comportamientos que nos conduzcan a una mejoría radical en nuestra forma de vida; pero NO la de unos pocos, ni la de ciertos países cuya gente supone que porque ellos están “bien”, poco importa que a los haitianos, nicas, mexicanos u hondureños se los lleve puta. Los caminos hacia el progreso de la América Latina deben nacer del consenso, la tolerancia y el altruismo. No puede ni debe ser que solo unas minorías disfruten de TODO lo que producen nuestros pueblos. Y mientras ese esquema perdure, habrá lamentos, guerras, revoluciones, “terrorismo”, golpes de estado, dictadores y toda la secuela de males sociales consecuencia de un sistema basado en la INJUSTICIA y el reparto desigual de la riqueza. Mejor dicho, del reparto de riqueza y MISERIA entre una minoría y las grandes masas latinoamericanas. Nuestro camino no debe ser diseñado por gringos, europeos, chinos o japoneses sino por nosotros mismos. Hasta que no lo hagamos, seguiremos jodidos. NO es una ideología la que nos va a salvar: estas solo son las riendas con las cuales nos han manipulado durante siglos. Ricardo Izaguirre S.
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