EL VOTO Y LOS ACUERDOS DE LA MUJERES

El voto y los acuerdos de las mujeres Ruth Zavaleta Salgado 25-Jun-2009 Hoy el ambiente se ha enrarecido porque son momentos electorales y buscamos resaltar los asuntos que nos distancian y nos separan, incluso, buscamos evidenciar las deficiencias del gobierno federal, los estatales o los municipales. La Cámara de Diputados, para sorpresa de muchos, es una de las que tienen mayor integración de mujeres. En Brasil, por ejemplo, sólo hay 8% y en Rusia 14%. Aquí éramos, en el último periodo, 124 mujeres de 500 diputados. Eso significó, en concreto, una serie de avances impulsados desde la Cámara baja, que desde mi punto de vista no han sido muy reconocidos. En este trienio se crearon cinco unidades de género en dependencias de gobierno y se nombraron 26 enlaces de género de la Administración Pública Federal; se firmó el Pacto Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombres; se integraron tres unidades de género en cada órgano del Poder Judicial (SCJN, Tribunal Electoral y Consejo de la Judicatura); se logró que se publicara la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y la publicación de la NOM046, relativa a la violencia familiar, sexual y contra las mujeres; se aprobaron cuatro iniciativas de reformas a la ley de violencia contra las mujeres; reformas al Código Penal para que el MP solicite medidas precautorias; reformas a la Ley General de Educación, con el fin de introducir como principio de la educación la erradicación de la violencia de género; reformas al Cofipe para elevar el porcentaje de las cuotas de género 60-40; reformas a las leyes orgánicas y de ascensos del Ejército y de la Marina, para que la mujer acceda a grados militares y a los planteles sin discriminación; entre otras reformas de salud y educación. Se logró canalizar, entre 2008 y 2009, un monto de recursos de 16 mil 264 millones de pesos en 27 dependencias y dirigidos a 125 programas, acciones y unidades responsables, así como un monto de 346 millones de pesos para fortalecer instancias estatales y municipales en los dos años. Pero lo más destacable de todas estas acciones que se impulsaron desde la Legislatura es la posibilidad de haber llegado a ello con los acuerdos que entre todas las mujeres diputadas, sin mirar el color de camiseta, logramos construir desde nuestras diferentes participaciones en la Cámara de Diputados de la sexagésima Legislatura. Es decir, en el momento más difícil de la consolidación democrática parecía que el caos nos consumía y que todo iba a ser desacuerdo. Recordemos que esa Legislatura ya era la muestra de un país dividido prácticamente en dos, pero eso no impidió que encontráramos los puntos de acuerdo que nos unían, para construir el presupuesto más social en los últimos 20 años (muchos de estos temas, impulsados desde la izquierda); que aprobáramos una Reforma Electoral que en ese momento nos pareció de avanzada; que aprobáramos las reformas más importantes en justicia penal, que revolucionaran la procuración de justicia como, incluso, ni siquiera la izquierda tenía de expectativa; que lográramos un debate civilizado y de participación amplia ciudadana sobre el tema petrolero y una aprobación de tres leyes nuevas y cuatro reformas importantes sin que haya habido enfrentamiento de regimientos. En fin, son muchos los ejemplos de la forma en que hemos logrado cambiar el marco jurídico como una herramienta de consolidación democrática por la vía de la paz, con el acuerdo de todos los actores del Congreso, sin importar los colores y las ideologías. Hoy el ambiente se ha enrarecido porque son momentos electorales y buscamos resaltar los asuntos que nos distancian y nos separan. Incluso buscamos evidenciar las deficiencias del gobierno federal, los estatales o los municipales. Es la crisis y el caos de la consolidación democrática, o sea, para mí, la democracia tiene que ver con el surgimiento plural de diferentes formas de pensar en los distintos niveles de gobierno. La competencia comicial se ha recrudecido porque todos quieren mostrar a los electores que son mejores que el adversario y utilizamos de forma coyuntural cualquier artificio para descalificar o, mejor aún, aniquilar al otro, porque en esta elección no se califica al que mejores resultados haya dado, sino al que mejor elabore su discurso y el que tenga los medios para hacer creer que es diferente, sin serlo, el que cuente con la posibilidad de acciones temerarias porque posee la administración de la fuerza pública, y no me refiero sólo a la confrontación entre las diferentes fuerzas políticas, sino incluso a la confrontación interna que en algunos partidos se está dando desde hace un buen rato de forma cotidiana. Pero nada sucedería si tuviéramos un acuerdo nacional de estadistas, de mediano plazo, para sacar adelante a nuestro país, un plan rector que rigiera nuestra vida institucional, midiera los resultados del combate a la inseguridad de forma integral, corrigiera las deficiencias de la falta de competitividad en el ámbito educativo, calibrara la eficacia y la eficiencia de los legisladores desde la reelección para que se premiara o se castigara, según el caso. Que se reconociera a los buenos procuradores de justicia y se actuara en un Estado de derecho, para juzgar a los que de forma nociva han pactado con el crimen organizado. En fin, una sociedad que fuera capaz de premiar a quien actúe con ética o repudiar a quien no lo haga, pero por el momento tenemos este caos que, desde mi punto de vista, sólo podemos enfrentar con el voto en la urna e intentar que esos acuerdos que faltan se alcancen en los siguientes meses, porque nos urge enfrentar juntos los problemas que prometen convertirse en verdaderos gigantes.

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