CON MATICES Y NIVELES
Del Paso, en la Academia Mexicana de la Lengua
Viernes, 12 de Junio de 2009
Mónica Mateos-VegaLa JornadaCiudad de México
Habló en su discurso de ingreso a la institución sobre la complejidad del sefardí
Escribir con buena ortografía, asunto de estética, no de ética, dice; le dio la bienvenida Ernesto de la Peña
Antes se decía que los escritores podían vivir en una torre de marfil, “pero uno vive en torres de plástico, ve lo que está sucediendo a su alrededor en este país y en este planeta tan complicados, y llega un momento en que ciertas cosas lo indignan a uno lo suficiente para escribir y decir aquí estoy”, afirmó Fernando del Paso (DF, 1935) al término de la ceremonia en la que se formalizó su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua (AML) como académico correspondiente en la ciudad de Guadalajara, donde radica.
Acompañado por un nutrido grupo de amigos, familiares, colegas y lectores, el autor de Palinuro de México (1976) ofreció un erudito discurso de ingreso que abordó uno de sus temas favoritos: la complejidad del idioma sefardí judeo-español. El acto se realizó ayer por la tarde en el Museo Nacional de Arte.
El escritor comentó a la prensa que ya como académico de la lengua probablemente propondrá la inclusión del vocablo ‘pinche’, “como lo usamos aquí”, explicó.
Además, lamentó que no se enseñe bien el español en el país, pues “la mayor parte de las personas no tienen buena ortografía, sino una muy pobre”. No obstante, aclaró que para él esta no es una cuestión de ética, sino de estética.
“Me parece que es más elegante escribir con corrección; todos podemos darnos ese lujo, cualquiera que sea nuestro oficio”, puntualizó el también ensayista.
Del Paso dijo que apenas se va a definir cuáles van a ser sus tareas en la Academia Mexicana de la Lengua: “he reflexionado tantas veces en torno al lenguaje que tengo una lista larga de propuestas, minucias del lenguaje que se vuelven importantes en un momento dado y que me gustaría discutir con mis colegas”.
Con respecto a su alocución en torno al sefardí, el ganador del Premio Rómulo Gallegos 1982 resaltó que el judaísmo se distinguió siempre “por su exquisita veneración por la palabra escrita”; por ello, no considera arcaica la lengua sefardí, sino viva, “un patrimonio inalienable”.
Las palabras de bienvenida como académico al también poeta y dibujante estuvieron a cargo del lingüista Ernesto de la Peña, quien señaló que “suena a lugar común decir que el verdadero héroe de las tres obras cumbres de Del Paso (José Trigo, Palinuro de México y Noticias del imperio) es el idioma”.
“Una de las virtudes que más aprecio en este escritor es la morosidad, la falta de prisa, el empleo inteligente, pertinente del tiempo para no dejar un solo cabo suelto en el desarrollo de tramas peculiarmente complejas”, explicó.
“En esos sus tres poemas en prosa no sé qué admirar más, si el maridaje cabal de situación, personaje y entorno, o el lujo interminable de un español sin cortapisas.
“El lenguaje de Del Paso otorga carta de ciudadanía a todos los matices y niveles de nuestra lengua, creando un espacio sagrado donde resuenan por igual con sus propios armónicos los tecnicismos ferroviarios, los cultismos científicos de la medicina, las quejumbres pasionales, los denuestos, las reclamaciones amorosas y la expresiva jerigonza con que nos comunicamos cotidianamente, para no mencionar el inderrotable lirismo de la locura de amor.
“Los personajes de Del Paso en su novela José Trigo viven su vida con la pluralidad que les da una urdimbre textual que con minucia nos va poniendo en contacto, próximo o distante, con la realidad total, con el mundo histórico en que se mueven al lado de los demás seres humanos, con quienes se interrelacionan en el decurso de los tiempos las generaciones y el azar, a través de las sigilosas acechanzas de la circunstancia y de la herencia.”
Así explicó De la Peña por qué esta novela es “el gran poema del conocer”.
Desde 1992 Fernando del Paso funge como director de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz de la Universidad de Guadalajara. Desde 1996 es miembro de El Colegio Nacional. Colabora con La Jornada cada vez que los acontecimientos, como él lo explica, “lo indignan lo suficiente para decir: aquí estoy”.
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