" LA SEGUNDA VUELTA"

Seris, pitayas y método de sobrevivencia
“La segunda vuelta”
                                                                                  Por Víctor M. Estupiñán Munguía*






“En la lucha por la supervivencia, el más fuerte gana a expensas de sus rivales debido a que logra adaptarse mejor a su entorno”
Charles Darwin

Antiguamente, los grupos que habitaban los territorios designados como “bárbaros”, los cuales comprendían todos aquellos conocidos y asentados en “Aridoamérica (contraponiéndose a “Mesoamérica”), en otras palabras, prácticamente comprendía media república mexicana.

Desde el norte hasta  el centro, fueron considerados territorios de los más inhóspitos y  salvajes. Territorios de los temibles “Chichimecas”, los cuales comían en los cráneos de sus enemigos. Eran caníbales como la mayoría, pero por habitar en terrenos con mayores limitantes comestibles eran más belicosos y sanguinarios.  

En estos territorios según los aztecas, dominaba el terrible Terzcatlipoca, el dios supremo de los aztecas. Dios del “espejo humeante”, conocido como “dios de la noche y del frio del norte”.

Era el que andaba semidesnudo y “armado hasta los dientes”. Se le conocía como el “dios bárbaro”, también se le reconocía ni nada más ni nada menos que el “Mayor de los mayores dioses aztecas”.

Era el antítesis, el hermano rival del gran Quetzalcóatl. Uno representaba el atraso y la barbarie, mientras que el otro el desarrollo de las artes y la ciencia, es decir, la cultura.
Ahora bien, muchos de estos espacios casi eran desolados, sobre todo los que habitaban más al norte, es decir, lo que hoy es Sonora.

Un  semidesierto considerado como uno de los más inhóspitos del mundo. Sobre todo en la parte donde el desierto adquiere presencia de rey. El territorio de los Seris y Öpatas, eran los reyes de aquel infierno terrestre.
No sólo por sus altas temperaturas, sus escenografías muy diferentes a las de Mesoamérica, gran diferencial 
hídrico, sino también por sus habitantes tan feroces.

Es decir, tenían un desarrollo muy incipiente. En otras palabras, su dependencia directa al medio natural era muy alta.

Andaban semidesnudos, comían carne cruda y, eran muy belicosos. Después, la carne sólo la medio “chamuscaban”, muchos de ellos durante mucho tiempo la siguieron prefiriendo  cruda como los Seris. 

Sus montañas, laderas, cerros pelones, constituían un escenario escalofriante. Sin embargo, el factor humano de aquellos tiempos completaba el cuadro de sobrevivencia a toda costa. A ello, le debemos agregar las luchas constantes entre las diversas tribus y clanes.

Luchas interétnicas, disputándose territorios, los escasos alimentos, mujeres, acceso al agua y, el poder.
Para ello, se tenían que estar espiando constantemente unos a otros, su existencia dependía en gran medida de esta actividad que llegó a especializarse tanto. Vigilaban a los enemigos y, también a los amigos. Sin embargo, algunos no tenían aliados como los Seris, debido a que siempre fueron muy cerrados.

Fue la única tribu que los españoles no pudieron evangelizar. No pudieron con ellos ni la cruz ni la espada.
Fueron insuficientes tanto el “Presidio” como  la “Misión”, para el tamaño de aquellos “habitantes de la arena” o  “Comcaac” (kon ka, k), como también se les conoce.

Salían expediciones con el afán de emboscarse y eliminarse; dando paso al odio que se tenían desde ciento o quizá miles de años, de allí su condición sanguinaria.

Pues bien, en esas correrías, persiguiéndose unos a otros para eliminarse; los alimentos y el agua jugaban un papel primordial, unos pisándoles los talones a los otros, en otros casos se encontraban rodeados.

En situaciones extremas, donde no había tiempo para distraerse y cazar, tampoco mezquites para alimentarse de sus vainas llamadas “péchitas”; los Seris lo que hacían era juntar las semillas que iban dejando los que iban adelante y, estos como sabían que eran perseguidos iban comiendo  lo que encontraban más cerca.

Y, eso eran precisamente  las pitayas. Las cuales al expulsarlas de sus cuerpos y, con el calor infernal, más los aires vaporosos de junio, julio y, agosto, en unos cuantos días se dejaban ver sólo las semillas.

Pues bien, los Seris las iban recogiendo hasta juntar suficientes y, después las molían para hacer una especie de harina la cual consumían con un apetito feroz; para de esta forma medio reponer las energías y, sobrevivir.

Esas medidas de sobrevivencia les permitía seguir adelante y darles caza a sus enemigos o, en su caso huir.  
A este método de sobrevivencia se le llamó “la segunda vuelta”, por razones obvias.
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En la actualidad, las pitayas siguen constituyendo un alimento típico de los Seris, así como para los sonorenses sin recurrir a la famosa “segunda vuelta”.


*Víctor M. Estupiñán Munguía: Artesano de la palabra, escultor de ideas, danzante de emociones, arquitecto de sentimientos, pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, chingólogo y sonorólogo, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.-  Miembro de S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora “Por la paz del mundo”    victor-79@live.com.mx       

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