COMENTARIOS DEL LIBRO SENTIR LA MAR

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Un pequeño gran cayuco

Por Eduardo García Guerrero

         Hace unas pocas semanas me llegó un correo electrónico de mi buen amigo el capitán Gilberto Orozco Martínez, piloto de puerto de Manzanillo. Ahí me contaba que había estado en la presentación del libro Sentir la Mar, el cual contiene las memorias del capitán Fausto Suárez Estrella. Al final del evento, mientras Gilberto platicaba con Thelma, la hija del capitán Suarez  -quien fue la encargada de materializar este bello legado literario de su padre-  ella le pidió que me hiciera llegar un ejemplar del libro. Gilberto, fiel a su natural sentido de responsabilidad, me lo mandó a los pocos días por mensajería. Nos prometimos comentarlo, luego de que ambos lo hubiéramos leído.

         Espero que mi amigo me perdone el hacer públicos estos comentarios pero no he resistido la tentación. Tal es el impacto que me causó leerlo.

         Lo primero que uno aprecia, al tener en sus manos este volumen, es la tremenda calidad de la impresión. Antes de siquiera abrirlo y leer su contenido, a uno se le antoja ponerlo sobre el escritorio como un bello adorno.

        La foto de la portada es hermosa y te lleva a la reflexión.

         Me llamó mucho la atención que esta foto fuera la de un pequeño cayuco de pescadores. Permítanme remontarme un poco en mis memorias del capitán, para explicarles porqué me sorprendió tanto la foto del cayuquito éste.

         Un año antes de que muriera el capitán Suárez, fui invitado por Joaquín Dorantes y Gilberto Orozco a visitar Manzanillo, para realizar una entrevista que pudiera convertirse en una semblanza de la vida del capitán. Fueron unos días memorables para mí, pues pasé muchas horas platicando con él. Muchas de estas pláticas quedaron registradas –afortunadamente- en una grabadora de bolsillo que llevaba para ayudarme en mis apuntes. Durante esos días, don Fausto me platicó toda su brillante carrera dentro de la marina, poniendo especial énfasis en sus días de pescador. Se veía a leguas que disfrutaba contando estos pasajes de su vida cuando, acompañando a su padre, salían a ganarse el pan diario en una embarcación pequeña, muy parecida a la de la foto de la portada.  Por supuesto que también se refirió a los grandes buques mercantes donde tuvo mando, y a su etapa de piloto de puerto, cuando maniobraba enormes barcos y luchaba, junto a sus compañeros, para sentar las bases de esa magnífica reputación que hoy en día tienen los pilotos de puerto mexicanos.

        Es por eso que, cuando vi la foto de la portada, me extrañó que no fuera la de un enorme buque de gran tonelaje, como los que tuvo a su mando o los que maniobró para meter o sacar del puerto.

         No, la foto elegida fue la de un minúsculo cayuco de pesca.

          Eso, a mí me parece un gesto de humildad, a la par de una enseñanza que nos deja a los que quedamos atrás; Hay que estar orgullosos de nuestros orígenes.

         Independientemente de la belleza física que pueda tener este libro, cuando uno lo empieza a leer, de inmediato queda atrapado por la narrativa. En lo particular, yo sentí que el capitán me platicaba su vida como si siguiéramos cómodamente sentados en su oficina, cafecito de por medio. Su manera de escribir, tiene el atractivo de la sencillez de una plática entre amigos.

        Pero no se confundan, no por su sencillez deja este libro de tener –como bien lo dice mi admirado ingeniero Luis Martínez Wolf en el prólogo- limpieza gramatical y elegancia narrativa.

         Además, para los que amamos todo lo que venga del mar, y vivimos lejos de él, la lectura de este libro nos arroja, a plena cara, una refrescante brisa con sabor a sal. Uno disfruta hasta los términos marineros que desconoce, y que el capitán Suárez emplea pródigamente y sin ningún pudor, como si todos fuéramos tan versados como él, en el arte de Sentir la Mar.

         Cuando terminé de leer el libro, les di gracias mentalmente a mis amigos los capitanes Joaquín Dorantes y Gregorio Orozco por haberme invitado a conocer al Capitán Fausto Suárez Estrella. Con ello, me permitieron tocar la vida de un marino valioso, cuyos relatos merecen ser leídos con atención. La intención de mis amigos era la de rendir un merecido homenaje a un hombre cabal, que fue para ellos un maestro y amigo incomparable. Ese deseo, por provenir de quienes alguna vez fueron sus subalternos, habla elogiosamente de la actitud de vida y el desempeño profesional que tuvo don Fausto.

        De seguro que Thelma y  toda la familia Suárez, saben que el capitán, allá arriba, ha de sentirse muy satisfecho del resultado de ésta, su última empresa que, en la forma de este bello libro, quedará como referente en la cultura marinera de México.

         Pero el capitán Suárez no es el único satisfecho. Nosotros, los simples lectores de estas memorias, también les agradecemos que hayan tenido el empeño de llevar a buen puerto ese precioso cayuco cargado de tantos recuerdos y lecciones de vida que, espero y de alguna manera, nos ayuden un poco a… Sentir la Mar.

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