REQUIEM POR UN COMBATIENTE EDITORA HUASTECA

 

por Armando Ortiz
No voy a presumir que de muy joven era asiduo a los programas de Jorge Saldaña, pero sí recuerdo que en mi época, ante la escasez de canales de televisión, a ratos terminaba viendo el canal 13 de Imevisión. Ahí estaba Jorge Saldaña, llenado toda la pantalla, rodeado de tanto sabio que me abrumaba con sus explicaciones y sus definiciones. Entonces no comprendía que las palabras vienen arropadas, cubiertas de tiempo, de sedimentos antiguos. Jorge y sus invitados eran como unos arqueólogos de la palabra; desentrañaban hasta el más mínimo significado de ellas. Ahí conocí a Arrigo Cohen, el sabio que me dio clases en la Escuela de Escritores de la SOGEM; ahí estaba un joven Carlos Laguna, un chispeante Pancho Ligouri, el académico Ernesto de la Peña, don Felipe San José, Gabriel del Río, Leonardo Ffrench, Pedro Brull y más recientemente Manuel Munguía. Por supuesto nunca pensé que algún día iba a estar sentado junto a Saldaña realizando el programa Sopa de Letras en una segunda etapa.

Hace algunos años la frecuencia radiofónica 1460 de AM se volvió parte del consorcio de don Mario Vázquez Raña. Me tocó participar en ese proyecto inaugurando los programas en vivo. Gracias a que el 1460 de AM repetía la señal de ABC Radio México, escuchábamos por las mañanas a Jorge Saldaña en su programa Aquí entre nos. No era el típico comentarista que le siguiera el juego al gobierno, no era tampoco el locutor que acariciara a la oposición y que a ultranza defendiera las pociones reaccionarias. Me agradaba su postura decidida y a la vez madura.

Resulta que un día me llamaron de parte de Jorge Saldaña, me dijeron que estaba invitado para una entrevista. Como acababa de editar el libro Letras Cautivas, pensé que la entrevista versaría sobre eso. Legué muy arregladito, me sentaron en la mesa junto a todos. Les dije que yo sólo iba a una entrevista, me dijeron que de todos modos me sentara ahí. Muy amigables me saludaron y durante dos horas quedé esperando a que me entrevistaran. Cuando el programa terminó me dijeron que regresara a la siguiente semana y así lo hice; con el tiempo me di cuenta que Jorge me había reclutado de esa manera para participar semana tras semana en la sección Sopa de Letras del programa Tierra nuestra Veracruz.

En 2012 recibimos juntos el Premio Nacional de Periodismo que otorga el Club de Periodistas de México AC, él por su trayectoria en la televisión, yo por un reportaje que tuvo como consecuencia la salida de Leticia Perlasca de la Secretaría de Turismo de Veracruz. A pesar de esos dos Premios Nacionales, la Radio Televisión de Veracruz seguía haciendo esfuerzos por sacarnos del aíre. No era tan fácil, el prestigio de Jorge Saldaña estaba por encima de cualquier directorcillo de televisión estatal.

Una tarde me encontraba en una oficina a la que llegó Juan Octavio Pavón, director de Radio Televisión de Veracruz. Me presenté y le dije que de alguna manera yo trabajaba para RTV en el programa de Jorge Saldaña. “Por cierto -le dije- hace rato que no nos llaman a grabar”. El joven funcionario me contestó: “Es que Jorge tiene problemas financieros”. “Pobre pendejo -pensé- Jorge no tiene problemas financieros, los que tienen problemas financieros son ustedes, los de RTV”. Yo estoy seguro de que si Jorge siguiera en la televisión, estaría vivo; la televisión inteligente era su pulmón artificial. Pero en RTV prefieren esos programas coreanos que nada tienen que ver con nuestra cultura, prefieren seguir imitando la televisión comercial, sin conseguirlo; prefieren batirse en el vómito de su mediocridad, porque la inteligencia les provoca prurito.

Jorge terminó haciendo su programa Nostalgia en canal Once, pero con el nombre Añoranzas. Uno de esos domingos lo vi, estaba con Viola Trigo y con Alberto Ángel “El cuervo”, ya se le veía muy decaído. No pensé que estuviera tan mal.

A Jorge Saldaña o le caías bien o no le caías. Yo le caí bien, leía mis columnas, me mandaba mensajes y cuando no le llegaban mis artículos me llegaban reclamos. Jorge tuvo fama de intolerante, pero su intolerancia era un irreprimible desprecio a la ignorancia. Por eso siempre trato de combatir la ignorancia, con esos programas en los que la inteligencia era la llave maestra que abría todos los significados.

Jorge fue un gran combatiente. Toda la vida sus malquerientes intentaron sacarlo de la televisión, porque era un pensador incómodo, porque era un hombre que con inteligencia desvelaba los verdaderos propósitos de los malos gobernantes. Jorge fue un hombre generoso, muchas fueron las causas que amparó.

A pesar de ser un hombre de gesto severo, hoy que ya no está con nosotros, recuerdo muy bien su sonrisa, amplia, brillante y benévola.

Murió Jorge Saldaña que era un hombre congruente como pocos, un chingón, un cabrón también; para mí un maestro, un amigo, un ejemplo.

Armando Ortiz

aortiz52@hotmail.com

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