SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA

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2º Semana de Cuaresma (Mateo 23, 1-12)

«Entonces Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos diciéndoles: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no hagáis según sus obras, pues dicen pero no hacen. Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres (…). El mayor entre vosotros sea vuestro servidor El que se ensalce a sí mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado.» (Mateo 23, 1-12)

1º. Jesús, tu comportamiento es totalmente opuesto al del de los escribas y fariseos.

En el comienzo de los Hechos de los Apóstoles, San Lucas habla de lo que «hiciste y predicaste» (Hechos 1,1).

Tú me has enseñado la doctrina con el ejemplo, haciendo primero lo que predicabas.

Cuando me hablas de amar a los demás, puedes decir con razón: «como Yo os he amado» (Juan 13, 34);

-cuando me pides que coja la cruz, puedes mostrarme las heridas de los clavos en tus manos;

-cuando me llamas a la perfección en mi trabajo, te puedo mirar en el taller de Nazaret, trabajando durante treinta años.

«Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo: El es el «hombre perfecto» que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo a imitar; con su oración atrae a la oración; con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones» (C. I. C.-520).

«Pero no hagáis según sus obras, pues dicen pero no hacen.»

Jesús, si quiero ser tu discípulo, si quiero seguirte y que te sigan los demás, he de dar primero buen ejemplo.

¿Cómo voy a explicar a los demás que el trabajo y el estudio son medios de santificación, si luego no tengo prestigio profesional, si hago las cosas de cualquier manera, o me conformo con cumplir los mínimos o ir aprobando?

Jesús, en el fondo quieres que me comporte como lo harías Tú en mis circunstancias de cada día.

Por eso es bueno que me haga muchas veces esta pregunta: Tú, ¿cómo te comportarías en esta situación?

Y no sólo en el trabajo, sino también en mi relación con los demás, en el uso de los bienes materiales, en las diversiones, en el descanso, en las dificultades, etc.

2º. «Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad:

-pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás;

-querer salirte siempre con la tuya;

-disputar sin razón o -cuando la tienes- insistir con tozudez y de mala manera;

-dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad;

-despreciar el punto de vista de los demás;

-no mirar todos tus dones y cualidades como prestados;

-no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees;

-citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones;

-hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan;

-excusarte cuando se te reprende;

-encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene;

-oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti;

-dolerte que otros sean más estimados que tú;

-negarte a desempeñar oficios inferiores;

-buscar o desear singularizarte;

-insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional…;

-avergonzarte porque careces de ciertos bienes….». (Surco, 263.).

Esta meditación está tomada de:
"Una cita con Dios" de Pablo Cardona.
Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona

Meditaciones



La conciencia, luz del alma

I. . El Evangelio de la Misa nos habla de los escribas y fariseos que cambiaron la gloria de Dios por su propia gloria: Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. La soberbia personal y la búsqueda de la vanagloria les habían hecho perder la humildad y el espíritu de servicio que caracteriza a quienes desean seguir al Señor. Sin humildad y espíritu de servicio no hay eficacia, no es posible vivir la caridad. Sin humildad no hay santidad, pues Jesús no quiere a su servicio amigos engreídos: "los instrumentos de Dios son siempre humildes" (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre San Mateo). Cuando servimos, nuestra capacidad no guarda relación con los frutos sobrenaturales que buscamos. Sin la gracia, de nada servirían los mayores esfuerzos: nadie, si no es por el Espíritu Santo, puede decir Señor Jesús (1 Corintios 12, 3). Cuando luchamos por alcanzar esta virtud somos eficaces y fuertes. Si no somos humildes podemos hacer desgraciados a quienes nos rodean, porque la soberbia lo inficiona todo. Hoy es un buen día para ver en la oración cómo es nuestro trato con los demás.

II. Jesús es el ejemplo supremo de humildad y de entrega a los demás: Yo estoy en medio de vosotros como quien sirve. Sigue siendo ésa su actitud hacia cada uno de nosotros. Dispuesto a servirnos, a ayudarnos, a levantarnos de las caídas. Ejemplo os he dado para que como yo he hecho con vosotros, así hagáis vosotros (Juan 13, 15). El Señor nos invita a seguirle y a imitarle, y nos deja una regla muy sencilla, pero exacta, para vivir la caridad con humildad y espíritu de servicio: Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos (Mateo 7, 12): que nos comprendan cuando nos equivocamos, que nadie hable mal a nuestras espaldas, que se preocupen por nosotros cuando estamos enfermos, que nos exijan y corrijan con cariño, que recen por nosotros... Estas son las cosas que, con humildad y espíritu de servicio, hemos de hacer por los demás.

III. La caridad cala, como el agua en la grieta de la piedra, y acaba por romper la resistencia más dura. "Amor saca amor", decía Santa Teresa (Vida). De modo particular hemos de vivir este espíritu del Señor con los más próximos, en la propia familia. La Virgen, Esclava del Señor, nos ayudará a entender que servir a los demás es una de las formas de encontrar la alegría en esta vida y uno de los caminos más cortos para encontrar a Jesús. Para eso, hemos de pedirle que nos haga verdaderamente humildes.

Santoral

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