FESTIVAL ALFONSO ORTIZ TIRADO…¿CANTO DE SIRENAS?

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Por Víctor Manuel Estupiñán Munguía*

“¿Recuerdas que una vez, sentado en un promontorio, oí a una sirena montada en un delfín entonar tan dulces y armoniosas melodías que el rudo mar se volvió amable con su canto y algunas estrellas saltaron locas de su esfera oyendo a la ninfa de los mares?

Willian Shakespeare, Sueño de una noche de verano

Se narra en la Odisea de Omero, que es donde primeramente se menciona por escrito, que agazapadas sobre los peñascos de las costas, unas encantadoras criaturas con dotes excepcionales, con voces armoniosas, bellas y graciosas de espíritus artísticos, hechizaban a todos aquellos que pasaban por allí y, las oían cantar, reír o, danzar. Otras versiones apuntan que anteriormente habían sido mujeres pájaros, ninfas, las cuales se enfrentaron a las musas.

Las sirenas tenían como especialidad la música, se dice que una tocaba la lira, otra cantaba y, otra tocaba la flauta. Por cierto, “Sirena” en griego significa: “encadenado”, “aprisionado”.

Ahora bien, como consecuencia de lo anterior, la arquitectura lingüística se encargó de acuñar “Cantos de sirena”, la cual se utilizan comúnmente para designar una situación que en principio, en-canta, seduce, embelesa y, aprisiona.

Para poder llegar a conseguir tales resultados que arrastren así a los individuos, tienen que ser actos grandiosos, magnificentes, espectaculares.

Sin lugar a dudas que en Álamos Sonora, se concentra un gran potencial artístico cultural una vez al año. Por cierto, imposible de eludir el encantamiento, imposible cerrar los oídos a tan magno evento regional. Tampoco se duda del esfuerzo o, del posible gran costo económico.

Sin embargo, pareciera que cada año, Álamos Sonora se convierte en una especie de “La isla de las sirenas”, en cuyas peñas, plazas, ágoras, nichos, etc., debutan los más exquisitos artistas, algunos nacionales e, internacionales. Atrayendo con sus grandes voces, atuendos, colores, luces; pero sobre todo, “matando de emoción” con sus privilegiados cantos, música, teatro, danza, entre otras expresiones artísticas.

El éxtasis, el regocijo resulta contundentemente hechizante. Después de estar esperando por todo un año, por fin, el individualismo espectacular regional se desborda. Pareciera que se suenan los clarinetes reales para señalar que Sonora puede competir también con los magnos eventos de otros Estados, como por ejemplo, con el Festival Cervantino de Guanajuato, o, de Querétaro, en su defecto, con la Feria Internacional del libro de Guadalajara, entre otros.

En ningún momento se cuestiona la calidad de los actos, mucho menos de sus protagonistas, sino la quimera (sueño o creación imaginaria que se maneja como real, siendo ilusoria, vana), re-presentación de un discurso verdaderamente famélico, anémico, en cuanto a que no son por su naturaleza realmente formativos, ni corresponden al estado general cultural que guarda la mayoría de la sociedad.

Así tenemos que la mayoría de los actos artísticos que se presentan en Álamos son ricos, concentrados e, intensos; sin embargo, también resultan ser volátiles, diluyentes.

En otras palabras, lo que se pone en duda (“cantos de sirena”), es el manejo hegemónico superestructural, como supuestas narrativas alternativas de profundo impacto socioculturales.

Imaginemos a aquellos pocos sonorenses que en el mejor de los caso hagan el gran esfuerzo de querer asistir, teniendo que hacerlo todos los días el ir y regresar en camión desde Hermosillo (no desde Nacozari o Cananea); al final de la semana percibirán como resultado que la cultura en lugar de ser placentera, resulta ser sufrida y, violenta.

En cambio, para aquellos que pueden pagar un muy buen hotel o, para los que viven allá, la percepción será doblemente placentera. Pues la cultura de “copo” o, de “cúspide”, se queda precisamente allá, en las alturas, con un “muy buen sabor de boca”.

De tal manera que la utopía, el ilusionismo, lo paradójico; retoman magnitudes reales cuando nos asomamos a algunos aspectos de la generalidad del sonorense. Por ejemplo, ni siquiera podemos elevar el nivel de lectura considerablemente, pues seguimos ocupando los últimos lugares a nivel nacional, las bibliotecas lucen vacías, en los museos habitan fantasmas y, se regocijan las soledades.

Todo parece indicar que en tan magnos eventos, lo primordial generalmente resulta ser lo espectacular. Hoy, la percepción inducida es que la calidad y éxito se ve y, se evalúa en función de la plusvalía artística con que cuente “X” personaje a nivel internacional. En su defecto, el número de artistas internacionales que se logra contratar, puesto que así lo han manifestado algunos coordinadores en los medios, por cierto, que dijeron que asistirían 12 artistas de talla internacional.

Sólo tomando en cuenta la calidad, sobre todo el aspecto internacional de los artistas y, la selectividad de los actos en sí. Reconvirtiendo la cultura en una especie de fetiche cultural

Así, el estatus artístico o, consumismo de moda, se sobrepone a ciertos contenidos que pudieran ser formativos, de reencuentros o, que fortalezcan algunas áreas socioculturales regionales. Las políticas públicas culturales deben de ir en el sentido de la identidad, en la recuperación, comprensión y, recreación de los códigos y, valores sonorenses, sin menospreciar los movimientos internacionales, pero sin sobreponer los nuestros a los ajenos.

Pues se comprueba que muchos actos y, manifestaciones sonorenses se utilizan de “relleno”, las políticas culturales diferenciales saltan a la vista.

Decía que parece que no importa mucho el impacto real o, los posibles públicos beneficiados, perfiles, tampoco si se contribuye o no, a las estructuras artísticas formativas; sino lo que se detecta como característico es lo fugaz, lo momentáneo y, espectacular de los momentos gratos.

Es decir, el espectáculo en sí mismo, cuya naturaleza por cierto, se debe y, se agota en el acto mismo, en su misma transitoriedad. Una especie de “mercancía espectacular”, resultando ser un fetiche consumible en el acto mismo.

Por cierto, el diccionario define como espectáculo como acto para divertir, entretener/ acción o cosa que causa la atención y/o admiración/ también extrañeza o, escándalo. Resultando obvio lo efímero, lacónico, su naturaleza difuntica.

Para algunos mitólogos y, mitógrafos institucionales, el Festival de Álamos Sonora equivale a legitimar la cultura por medios espectaculares. Lo repito, nadie duda de que allí se efectúan actos privilegiados, tanto artísticos y, culturales. Sin embargo, un festival como espectáculo, como un conjunto de actos desmembrados de estrategias y, metodologías culturales de un programa general del Estado, simplemente se queda en eso, consumismo de actos bellos, preciosos, en-canta-dores, pero también fugaces.

Resultando ser regias experiencias momentáneas, que se “consumen” mecánicamente sólo con los sentidos. Los fundamentos racionales, explicativos, académicos, sus posibles aportes; consideración más profundo, brillan por su ausencia y, si existen, es por parte de un grupo muy reducido, una élite cultural.

Todo espectáculo impacta sobremanera, pero desgraciada e, inmediatamente se empieza a diluir. Difuminándose al no contar con asideros sólidos, formativos, enraizamientos socioculturales. La formación de públicos culturales amplios debe ser antes del hecho artístico-cultural.

Por lo que creo que se deberá de analizar objetivamente el costo-beneficio y, más cuando la crisis económica toca fondo en todo México y, también en Sonora.

Es por ello, que lo que sucede y, se recrea en Álamos Sonora, si lo vemos aisladamente, resulta positivo, sin embargo, dentro del contexto social, de las condiciones que hoy guarda nuestro Estado, es decir, de pobreza material y, espiritual, de violencia, etc., resulta por demás ocioso. En otras palabras, al no contarse con un programa integral, con metodología estratégica, pues entonces resulta precisamente lo que es: todo Un espectáculo.

Capaz de deslumbrar momentáneamente, mediatizando el momento cultural-espectacularmente; de ocupar y, de saturar los medios, creando una la falsa conciencia de que en Sonora se avanza culturalmente a pasos agigantados.

No logra trascender los públicos ya cooptados, generalmente son los mismos destinatarios, los mismos consumistas de tan regios actos artísticos. Y es que resulta comprensible de que un individuo con toda una mentalidad profundamente acondicionada a otros “ambientes culturales”, simplemente tenderá a rechazar lo refinado.

Sabemos que la educación artística integral también tiene grados y, niveles de complejidad. No estoy diciendo que no se pueda sentir la música, la cual es un código universal y que se puede maravillar ante un acto así, pero es circunstancial; en lugar de ser un “implante” emocional-racional que le impulse a una formación y, fortalecimiento durable, definido, es decir, integral.

Continuando, después pasa el jolgorio mediático, armoniosamente las musas y tenores vuelan bienaventurados y, celestialmente con nuevas alas de plata a otros peñascos; al tiempo que se van apagando los reflectores y, los templetes se van desmontando.

Dando paso a las formas de la otra realidad cultural. La de la realidad ya sin quimeras, las cuales van adquiriendo las proporciones de los verdaderos atrasos socio-culturales sonorenses.

Entonces “despertamos” de la “sensación cultural”, dándonos cuenta que el aquel bienestar se nos resbala, se nos deshace lo que nos gustaría que fuera verdad, real. Muy similar precisamente, a lo que semióticamente representa la sirena: el síndrome de “la mujer escurridiza, la pérdida, la fuga, el mito mismo. Es decir, mitad mujer y, mitad pez; concurriendo lo real y, lo irreal al mismo tiempo.

Así, cada año, “echar la casa por la ventana”, no es hacer cultura; al igual que “una golondrina no hace verano”. Por ello, debemos evitar que se constituyan armoniosamente en “arrulladeros sirénicos” o, “distractores políticos”.

El canto sirénico continúa, allá, donde ya no cantan las chicharras, sino que en su lugar lo hacen bajo la batuta fantástica, los seres escurridizos para los nuevos argonautas.

* Víctor Manuel Estupiñán Munguía: Pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.-  Miembro de S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora “Por la paz del mundo” victor-79@live.com.mx   

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