LA POESÍA NO SE VENDE

Elizabeth Dic2006 930

Jornada Huasteca

El agua de los de tercera en el valle del Yaqui

Livia Díaz

Al final del valle, a dos kilómetros de la costa de Sonora, se encuentra el último pueblo llamado “La Guadalupe”, en donde la tierra tiene tanta sal, que no es posible sembrar, si no lavas la tierra con bastante agua.

A esa comunidad llega agua de tercera, después de pasar por los sembrados de trigo y frutas, las porquerizas y las siembras de temporal.

De allí el abuelo sacaba el agua y con ayuda de una bomba sembró, una sola vez, calabaza y fríjol.

En ese Valle habían Seri como él, que fueron indemnizados con tierra luego que una fumigación intensiva los dejó sin ganado en el norte del estado.

La matanza ocurrió a principios de los 70´s y a muchos los perjudicó, aunque no sé si a alguno lo indemnizaron además, a él no. Pero como todos, y eran cientos, iba cada cierto tiempo a las oficinas de la Reforma Agraria a pedirles a los cientos de funcionarios en mismo número de escritorios que le hicieran los trámites.

En el segundo piso, los escritorios docenas de hombres y mujeres permanecían sin hacer otra cosa que leer, ávidamente, lágrimas y risas y el libro vaquero. Además de tejer, comer tortas o sacarse los mocos, no los vi dar golpe, ajeno a lo mismo.

Ir a ese edificio de la Ciudad de México y subir al segundo piso no lo hizo cualquiera. Quien lo vivió, lo sabe. Pasar al tercero, al cuarto o permanecer haciendo colas interminables en el primero, es lo común, o lo era en los 80´s.

En La Guadalupe a falta de corrales, las mujeres metían a los cerdos en hoyos cavados en el suelo. Muchas veces el hoyo está dentro de la casa porque así no se los robaban. Y en torno, en el suelo, dormían los niños y las niñas de la familia, algunos en el rincón con la chiva o con los perros, sobre los sacos de maíz o las hojas de este, secas.

Olía a tierra y a falta de agua.

El agua que llegaba desde los drenes, la de tercera, sirvió para que el abuelo sembrara pero no cosechó.

Los drenes son canales de agua hechos por máquinas. Lo que Echeverría hizo, además de matar las vacas de mi abuelo, fue un intrincado estado de riego que no es más que un canal o arroyo que pasa entre las tierras y las distrita de modo que les lleva agua pero a la vez recoge agua y en algunos lugares como chiqueros de puercos, o de pollos, se convierte en el drenaje.

Para coger de esa agua también tenían que ir a hacer largas colas los campesinos como mi abuelo a las oficinas de la Reforma Agraria.

Cuando se ponía a explicar los asuntos de esas gestiones ante instancias burocráticas, podían pasar dos cosas, comenzar una larga discusión o interminables noches de charla para lo que la abuela, en su estufa preparaba bastante café.

En ese lugar con el agua de tercera se podía regar. Después tenían que ir en la carreta con un bote y jalada con un burro a La Guadalupe a conseguir agua para uso en la casa y para supervivencia de conejos, gallinas, guajolotes, perros y humanos que vivían en su rancho.

Al rancho nunca llegó la indemnización por las vacas.

Los Seri como mi abuelo provenían de la mitad de Baja California, él decía que vivían entre las piedras, en Las Uvas. De allí no tengo recuerdos, no conocí el lugar, y creo que él tampoco porque eran migrantes. Siempre lo fue, anduvo de acá para allá por toda la frontera norte hasta que se asentó en Mexicali, después, llegó Echeverría y ya se sabe porqué fue a dar a Ciudad Obregón, Sonora, en donde terminó su vida sin ver ni cosecha ni indemnización.

Es uno de un montón que viven así.

Allí fue muy feliz, crió a hijos propios y ajenos. Sus vecinas, las que tenían cría de chivas, las que se dedicaban a la engorda de ganado, otras a la pizca o recolecta de jornal, llegaban al rancho a veces y hacían intercambios.

En el campo sobrevives haciendo cambalache, trueque o cambios. Algunas cosas se pagan con servicios, como la que llega a tu casa y les das de comer y te lava los trastos, o la que te lleva un queso y le das una gallina.

El abuelo ya no está, se fue después de un derrame cerebral, la abuela, que es Yaqui, aguantó mucho al hombre, a la sociedad y a la tierra.

Después de un tiempo abandonaron “el rancho” que era el pedazo de tierra que les dieron para asentarse luego de perder sus vacas, con el agua de tercera y tierra con tanta sal que parecía lomo del mar.

La abuela Yaqui no tiene dinero, los de Ciudad Obregón tienen el mito de que los Yaquis tienen mucho dinero y los veneran y los respetan. Son una sociedad en la que se presume de ser indígena, al contrario de las sociedades del sur de México, en donde se oculta ser indígena.

La gente que conocí en Ciudad Obregón y que presumió ser Yaqui, lo dijo como sinónimo de poder y de estirpe.

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