CUIDADO CON LAS RICAS PITAYAS








¡Cuidado con las ricas pitayas!
                                                                 Por Víctor M. Estupiñán Munguía*

¡Ya llegaron las pitayaaasss, lleven sus pitayasssss!
Grito de pitayeros

Cada año cuando empieza a subir el calor, es decir, prácticamente a principios del mes de  junio, podemos observar en el centro de la ciudad de Hermosillo Sonora, a las personas que generalmente son mujeres, con botes y baldes  llenos del famoso fruto del desierto: Las exquisitas, antojadizas y rojas pitayas.

La madre naturaleza, en su versión de sumo calor como es el desierto y, semidesierto de Sonora, nos brinda un excelente fruto cargado de dulce del más exquisito sabor.

Por cierto, cuando se encuentran bien maduras se abren, exponiéndose su roja pulpa y, dejando que los ojos palpen su textura azucarada. Teniendo semejanza con la sandía cuando salen azucaradas. La diferencia es que su pulpa tiene una consistencia más compacta, no tan jugosa como la sandía y, sus muchas semillas negras.

Las señoras y muchachas empiezan a llegar desde las 8 de la maña al mercado municipal, es decir, se sientan por fuera en sus principales puertas ofreciendo los frutos ya bien maduros sobre mesitas, botes baldes, cestos, cajitas de cartón y canastas.

Algunas personas se detiene para adquirir unas cuantas y, allí mismo, ante las miradas de asombro de los demás, se las comen antes de que se calienten. Para otros, constituyen un postre después de haber adquirido un suculento desayuno en el interior del mercado municipal.

Allí podemos observar como señoras, jóvenes y, sobre todo adultos mayores se detienen para escogerlas de acuerdo a su visión perceptiva e, intuición sobre lo dulce.

Generalmente escogen las más rojas, las cuales se presentan semi-abiertas, es decir, pareciera que ellas mismas tuvieran inteligencia humana y se mostraran  con su rojo-sangre, seguras de que van a cautivar la vista y, al propio gusto.

Muchas de esas personas que se instalan para vender el tan apreciado fruto del desierto, provienen de la misma jornada madrugadora de tan particular aventura. En otras palabras, van llegando del propio monte-desierto de donde cosecharon aquellos frutos tan anhelados de cada año.

Cabe aclarar que para poder llegar de vuelta a las 8 de la mañana, se tienen que encaminar a tal aventura, a veces desde las 3 de la mañana, según a donde apunten sus corazonadas de las mejores cosechas.

Los lugares y las distancias, así como sus pretensiones respecto a las expectativas de la cantidad de recolección de fruta, es la que marca el horario para madrugar.

En muchas ocasiones la aventura es familiar, es decir, se juntan los miembros de
la familia o, se acompañan por otras familias, para salir a tal aventura campirana.


Ahora bien, existe un problema que debemos de reflexionar y, que tiene que ver directamente con el gusto de las pitayas y, sobre todo, la forma en que se consumen.

Concretamente es que se debe de tener mucho cuidado al adquirir dicho fruto, puesto que existen ciertos riesgos que pueden impactar seriamente la salud de sus consumidores.

Con su olor perfumado esparcido al aire, los pitayos envían mensajes a sus cómplices polinizadores para invitarlos a un festín nocturno. 

 Los murciélagos no sólo comen y lamen los frutos, sino que también chupan el néctar de las flores del pitayo. La mayor cantidad de néctar se produce entre las 11 y 3 de la mañana, que es cuando los murciélagos se esfuerzan por alimentarse mejor.

Sabemos que los murciélagos fruteros, son especialistas en tan noble trabajo, pues han desarrollado una trompa y una lengua larga para facilitar la alimentación.

Como todo ser vivo, el murciélago y el vampiro poseen virus, bacterias, parásitos y enfermedades, los cuales trasmiten dichas enfermedades.

Debemos recordar que los murciélagos son trasportadores de la rabia, además de muchas otras enfermedades.
Pero lo más serio es que todo parece indicar que son los trasportadores del  terrible ébola.

Lo que recomiendo es para evitar cualquier riesgo, es que por ningún motivo se deben de seguir consumiendo de la misma manera, en que generalmente se realiza. Lo correcto es la simple regla del lavado antes de consumirlas.
Independientemente que le restará dulce y, si el chorro de agua es fuerte, hasta perderá una parte de la pulpa de la fruta, es decir, mermará en su tamaño original, más sin embargo, es preferible no correr riesgos innecesarios.

Si observamos bien, podemos comprobar que en muchas de las pitayas, les hace falta una parte, precisamente donde se encuentra la abertura expuesta.

Allí, ya fueron probadas y comidas por ciertas aves, pero también nocturnamente por murciélagos, vampiros, mariposas negras gigantes  e, insectos y, hasta por ciertas lagartijas. Amén de que las ya caídas son mordisqueadas por zorras, coyotes, zorrillos, entre más.

Además es recomendable lavarlas debido a que poseen polvo y tierra pegados, producto de ventarrones; así como también huevecillos minúsculos de arañas y otros insectos.

A propósito, en el mes de julio, a veces el 17 o 18 empiezan la celebración de “La Feria de la Pitaya” en Ures Sonora, donde se exponen todas clases de productos elaborados con la misma. Además se realizan concursos culturales sobre los mismos, haciendo alusión al producto, como poemas y cuentos.

  * Víctor M. Estupiñán Munguía: Artesano de la palabra, escultor de ideas, danzante de emociones, arquitecto de sentimientos, pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, chingólogo y sonorólogo, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.-  Miembro de S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora “Por la paz del mundo”    victor-79@live.com.mx       

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