EL SÍNDROME DE ADÁN...ARROGANCIA DE SOLEDADES COLECTIVAS

SEGUNDA PARTE: COLABORACIÓN; EL SÍNDROME DE ADÁN...ARROGANCIA DE SOLEDADES COLECTIVAS 


11:43 (Hace 7 horas.)


El síndrome de Adán… arrogancia de soledades colectivas
2/2                                                                                                                       Por Víctor Estupiñán Munguía

“Estoy solo y no hay nadie en el espejo”
Jorge Luis Borges
El modelo de llenar el vacío con soledades tumultuarias, es muy redituable para los autores del consumismo, ya que eso implica malestar e insatisfacción existencial, con lo cual de nueva cuenta remite a los sujetos al círculo despiadado del consumismo.

Hoy desgraciadamente, el posmodernismo nos obliga a llenar nuestro vacío con la pesadez y, el filo de los vacíos de los demás y, viceversa. En el pasado se prohibió acercarse a “El árbol del conocimiento” del bien y del mal, hoy, se nos ha prohibido la profundidad, sentir al otro o a los otros en su justa dimensión humana.

Tenemos acceso pero sólo basta embriagarse en la liquidez de los cientos de “acompañamientos de soledades”. Se nos obliga a mirar hacia “afuera”, alargando la visión parlante como telescopio mundial semejante a como mira la Nasa los planetas de ensueño, los cuales los más cercanos se miden en miles o millones de años luz.

Vemos pero no mediante nosotros mismos, sino a través de las imágenes realmente vacías que danzan en compañía de soledades atormentadas, sin maquillajes, sin luz en sus ojos, rebozando de alegrías vacuas, detonantes de viejas sombras y jóvenes grises.

La vacuidad de la alegría acompañante es el ancho y largo, del hombre posmoderno. Los términos se han vuelto obesos y, con sobrepesos filosóficos de “civilizatorios”, “la era de la cibernética” o, “hipermodernismo”. Nos rodean y nos envuelven en llamas crematorias, alcanzando con sus llamas purificaciones azufradas del más horrendo infierno.
Sin embargo, existen  soledades fecundas, antes eran así. Si alguien se encuentra realmente acompañado en esta lógica, es cuando la soledad entona y se bebe la ópera del silencio, en el cáliz de la contemplación. Justo cuando el mundo sensible se hace consciente de aquello que perdura, como las estrellas, los planetas, la luna, el mar, el horizonte, los bellos recuerdos, olores de amor y de piel de juventud, los cerros, montañas o, de bellas “energías de un rato” como son las flores, bellas canciones, poemas, entre más.
El contacto con la gran-dios-idad es fértil y nutritivo. Tomado como cometa, la imaginación, la ternura acompañada en imágenes de niños, intensos y bellos recuerdos. No la evasión monstruosa del acompañamiento rehusado de antemano. Tampoco del forzamiento disfrazado de compañía y del disimulo tumultuoso. 
Hoy, se prohíbe estar solo, lo que cuenta es la masa, la compañía que genere consumo, de horas y minutos gastados en “cargas” celulares o, planes preestablecidos que obligan a usar constantemente dichas tecnologías, neurotizando  a sus consumidores y, en cambio,  riqueza para los amos del mundo.
La fecundidad y sangre rentista se consigue en la soledad de las masas, en su sacrificio para la ganancia interminable, insatisfecha en su deglutir y vomitar. En su rumiar bestial, en el reciclar de sus distintos estómagos y demás bazofias que a pesar de estar comunicadas no se comprenden. Nos hemos convertido en pasto para el monstro que no termina de insalivarse alimentándose globalmente de soledades tumultuarias. 
Nos han infundido miedo, terror a la soledad, una vieja vacuna que se toma por los ojos y chisporrotea por los oídos: “la chispa de la vida”, el bombardeó de escenas donde los amigos se encuentran comiendo, bebiendo, saltando, etc., sin embargo, ninguno obeso y con sobrepeso; paraísos cada vez más intangibles, hoy, quimera de un mundo mejor.
El hombre adulto y jóvenes cada vez nos movemos menos. Actualmente nos mueven en imágenes, nos miramos como marionetas en cristales de pantallas planas.  Aquellas son imágenes perfectas de lo que es la mejor fórmula del terrorismo psíquico y, la puesta en escena de lo que se considera felicidad y estar en compañía. Vemos puros Adanes y Evas en paraísos modernos donde la serpiente es líquida y negra.  
Hoy, estar aislado en soledad fecunda, es darle la espalda al consumismo, al momento agotado, el momento por y para el momento. Desgraciadamente, lo que verdaderamente cuenta es el nihilismo domesticado, apergollado con su correa al cuello y su tirón de amo del mundo.
Estar acompañado implica precisamente estar solos en compañías, en momentos y tiempos derretidos, acidificados por su naturaleza efímera. La vitalidad posmoderna no contempla la solidaridad, ni el humanismo, sino que eleva a categoría imperativa su caricatura contactada pero con gruesos e, invisibles aislantes.
El nuevo fetiche es estar “en bola”, acompañados de muchedumbres, la llave maestra es el consumismo, la clave perfecta del poder, no el individuo en comunicación.
El autoconocimiento, la introspección, la meditación, son prácticas de soledad, de mucha soledad y profundidad; incosteables para un mundo de silencios comprensivos. Lo que occidente desea es lo contrario, que te mires en la nada, en espejo con marco de oro y plata y, te des cuenta de que en él no hay nadie. Que la soledad se peina en otro espejo. Por más que demandes tu imagen, nadie habita en él. De lo que se trata es que la angustia se apodere de ti y de tu bolsillo. Desgraciadamente lo han conseguido.
El problema del hombre posmoderno es que el mundo se ha convertido en un gran manicomio.  Donde el hombre “no se ha dado cuenta que no se ha dado cuenta”, de ella y de su locura civilizada. Hoy, sin lugar a dudas, la locura “es la medida de todas las cosas” y, el consumo de todas las cosas también.
La realidad, ya no es la realidad que acorralaba a la locura, hoy, los papales se han invertido. La locura ha acuartelado a la racionalidad. Lo racional “ha perdido la cabeza”, puesto que “se ha vuelto de cabeza”, mientras que lo irracional se encuentra “bien parada”.
Los verdaderos sacramentos del posmodernismo son “la soledad acompañada” o, “el acompañamiento solitario”. Como quien dice, el desquiciamiento contra la naturaleza social del hombre.
El Adán posmoderno ha sucumbido ante las dos lógicas. Se encuentra solo acompañado y, acompañado solitariamente. Acaso pudiéramos pensar que Dios intervino para salvarlo de la doble locura o, para someterlo a ellas doble-mente.
Antes, la soledad era con la luna, con el mar, el viento, el rio, las estrellas, el paisaje, la familia. La soledad era sana porque era intensa con uno mismo en el espejo de la creación. En ella nos reflejábamos mediante las redes de los lazos primarios. Hoy es la creación maligna sin ningún espejo que refleje la silueta humana.
La destrucción de los rituales por el capitalismo y, la instalación del consumismo como suplencia posmoderna, son las causas de que hemos perdido nuestro derecho a la civilización humanista.
Necesitamos reflejarnos y reconocernos en los demás, sin embargo, las relaciones de hoy, la máxima ética posmoderna es la de tener, desde una naturaleza individualista, competitiva, consumista e, irracional, contraponiéndose a todo proyecto humanista.
Es en ese tener donde quedamos atrapados, en tener y ser propietarios de bastas soledades sobre todas las cosas. Y no en el Ser de la soledad, que esa sí  fructifica y sin ser árbol prohibido.
El problema no es si contamos con amor, con solidaridad, sentirnos útiles, sino con la naturaleza del amor. “Amor a la capitalista”, implica tener amo (r) y, no ser parte integral de un proyecto de  amor alternativo. Ello implicaría la salvación de la genuinidad de “soledad de uno”, “la soledad de dos”, de tres y de cuatro y, también social.
Desgraciadamente, la soledad es la carne y hueso del posmodernismo y, el hombre, su más fiel cartílago de compañía.
A propósito… aquí viene El Principito… sería bueno interrogarlo:

¡oye Principito!,  ¡hey!... nos puedes decir que piensas de la soledad.
 _Si claro, con gusto_:

“Veo humanos, pero no veo humanidad.”

Muy bien Principito,  pero no nos has contestado sobre la soledad en sí. “El Principito” tomó aire y con ojos tristes, tras una pausa dijo:

¿Dónde están los hombres?..._. Uno se encuentra un poco solo en este desierto…

_También te encuentras solo entre los hombres- dijo la serpiente.”

Y el Principito al escuchar eso, se fue corriendo a su soledad fecunda…

* Víctor M. Estupiñán Munguía: Artesano de la palabra, escultor de ideas, danzante de emociones, arquitecto de sentimientos, pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, sonorólogo y chingólogo, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.-  Miembro de S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora “Por la paz del mundo”           victor-79@live.com.mx

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