UNA REFLEXIÓN PERSONAL LUIS H.ÁLVAREZ

Saludos.

Luis Villegas Montes.

LUIS H. ÁLVAREZ: EL FIN DE UNA ÉPOCA.
 
Como suele ocurrir, escrita la reflexión de la semana (incluso posteada en el Face y en mi blog), debo hacerla a un lado  y empezar a escribir estos párrafos que, por donde se les mire, resultan demoledores: Con la muerte de don Luis H. Álvarez, termina una época, no sólo del Municipio o del Estado de Chihuahua, sino de México.

Con don Luis muere el último prócer de la República. El último referente moral de un México terrible, caracterizado por la injusticia, el abuso, el exceso, el asesinato, incluso; si existe una brecha que nos sitúe en el camino de la libertad, de la lucha democrática, de la alternancia, esa brecha la empezaron a construir hombres como don Luis H. Álvarez -con él a la cabeza-.

Abel Vicencio Tovar, decía que: “Es indispensable la idea, pero la idea como punto de partida, no como punto final. La política es consecuencia, es algo más que ideología, sí, pero también la incluye y la exige. Una acción política sin ideología, sin doctrina, será solamente activismo electorero vacío, sin contenido, sin propósito real de renovación, sin deseo verdadero de servicio”.1 La política sin ideología es activismo vacío, cierto; pero sin acción, agrego yo, la política es una reflexión inútil. La política debe ser una idea en marcha, voluntad e inteligencia en movimiento.

Esa es la historia de vida de don Luis H. Álvarez; una vida dedicada a la política en su expresión más noble y más cabal. Pues siendo un hombre de ideas nunca renunció a participar en el hacer y en el quehacer panistas. Quienes conocen un poco de su biografía saben que don Luis pudo -en algún momento de su existencia- dedicarse a los negocios familiares y hacer como hacen muchos de los hombres de empresa de este País: Meter la cabeza en un hoyo cómodo y acrecentar su patrimonio, en el mejor de los casos; y en el peor, servir de títeres, de comparsas… y acrecentar su patrimonio (como muestra, ahí está el “Chacho” Barraza, por cierto).

Don Luis H. Álvarez no se limitó a la contemplación impávida desde la excusa cómoda de dedicarse a la empresa privada. A la mitad del Siglo XX, cuando empezaban a hacerse realidad los ominosos presagios de don Manuel Gómez Morin, cuando más peligroso resultaba declararse libre, cuando militar en política desde las filas de la oposición no era un asunto riesgoso, sino de vida o muerte (del patrimonio propio ni hablar), cuando más oscura y más negra resultaba la actividad política, hombres como don Luis, nuevo Diógenes, alumbraron el rumbo a seguir: Sus ideales, sus aspiraciones, sus gestas, su visión de futuro, arrastraron a multitud de mexicanos -hombres y mujeres libres de todas las condiciones-, para dar inicio a una cruzada magnífica que no ha concluido.

La noción de la política como desempeño de una responsabilidad pública, para serlo a cabalidad, se nutre de la ética por encima de cualquier otra consideración. El viejo aforismo que equivocadamente se atribuye a Maquiavelo: “El fin justifica los medios”, no cabe en política. No cabe en ninguna concepción del quehacer público; y menos, cuando hablamos de una política desde -y por- el PAN. La ética es el único referente cuando la Ley parece no bastar. Cuando ocurre, como ocurre en México, que los gobernantes se alzan por encima de la norma, cuando una y otra vez, el autoritarismo, la prepotencia o el exceso, campean por sus fueros en el terreno de lo público frente a una sociedad boquiabierta incapaz de reaccionar, la responsabilidad ética, el deber moral autoimpuesto, la propia contención, constituyen el único baluarte para garantizar la continuidad de una vida institucional sana, próspera, justa; o como nos gusta decir: “Ordenada y generosa”.

Don Luis H. Álvarez fue -es y será por muchas décadas- ejemplo de integridad y coherencia. En todo momento, sin estridencias, pero sin miedo, hizo público su pensar y su sentir; y los compartió generosamente.

Don Luis H. Álvarez es, y lo será por siempre, compendio de lo mejor que puede ser un ser humano: El espíritu, el entusiasmo, la fortaleza, de un hombre, de un profesionista, de un empresario, de un ciudadano, de un político, de un panista, que desde muy joven dio muestras de estar comprometido con la causa del bien común; que con su ejemplo de rectitud intachable forjó un gran legado que no debe sucumbir, que nos compromete a todos y que debe servir de paradigma, sobre todo, a nuestra sociedad de principios de Siglo.

Descanse en Paz don Luis H. Álvarez.

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Luis Villegas Montes.

Abel Vicencio Tovar. Discurso pronunciado ante IX Asamblea General Ordinaria, VI Asamblea General Extraordinaria y la XXVII Convención Nacional Ordinaria del PAN, México 1978. En Antología de Ideas Fuerza. Tomo I. Doctrina. Partido Acción Nacional y Fundación Rafael Preciado Hernández. México. 2012. Pág. 156.

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